Tengo una mente creativa, capaz de imaginar los guiones más extraordinarios para mi propia vida.
Supongo que empecé a soñar cuando la realidad se puso fea y dolorosa, después de gozar de una infancia feliz, sobre los 9 años.
Desde entonces, he vivido muchas vidas en mi cabeza. Algunas se han realizado, ser bailarina, por ejemplo, así es el poder de la mente si va asociado a los esfuerzos oportunos; y otras se han esfumado en el gran vacío.
El soñar es bonito, a veces necesario para afrontar situaciones difíciles, pero tiene doble cara.
El aterrizaje, la vuelta a la realidad, puede ser brutal y aún más doloroso que la situación a la que se pretendía escapar.
Últimamente estoy entrenando mi mente para que se satisfaga del presente en vez de escapar de él elaborando un futuro mejor donde lo tenga todo, como en el final feliz de una película de Hollywood.
Ayer me surgió una oportunidad estupenda para ponerla a prueba:
Mientras le estaban haciendo la resonancia magnética a mi hijo, con los cascos puestos para amortiguar el ruido ensordecedor de la infernal máquina, tuve la tentación de empezar a soñar con… no les diré con qué, jeje, pero, en fin, el presente no era especialmente atractivo, aunque los que han diseñado el Hospital San Juan de Dios de Barcelona se lo hayan currado para dejarlo colorido.
Me centré en el presente entonces, en la dichosa máquina, de color amarillo brillante que se había tragado a mi hijo, en el arcoiris pintado en el suelo y en los dibujitos animados que se proyectaban en la pared.
Estuve 1h40 minutos. No alcancé la iluminación, es más acabé hasta las narices y de tanto aguantar, al final salí llorando.
A veces la realidad te estruja hasta que no te quede ni un gramo de fuerza y no te queda más remedio que rendirte.
Rendirse…
Dice Peter Kingley:
«En general, lo que no tenemos delante de los ojos es más real que lo que vemos. Lo que falta es más poderoso que lo que tenemos delante de los ojos.
El único problema es que la ausencia es demasiado difícil de soportar, de manera que, en nuestra desesperación, inventamos cosas para echarlas de menos.
Todas son sucedáneos temporales. El mundo nos llena de sucedáneos e intenta convencernos de que nada falta, pero nada tiene la capacidad de llenar el vacío que sentimos en nuestro interior, de manera que tenemos que ir sustituyendo y modificando lo que inventamos mientras nuestro vacío proyecta su sombra sobre nuestra vida.»
Y más adelante continúa: «Cuando uno se aleja de todos los sustitutos, de repente ya no hay futuro, sólo presente. Ni hay lugar adonde ir, y ése es el mayor terror al que se puede enfrentar nuestro pensamiento.«
Totalmente de acuerdo, esto es lo que viví ayer, precisamente.
Sigue «pero si uno es capaz de quedarse en este infierno, sin camino al que ir a la derecha ni a la izquierda, ni delante ni detrás, entonces descubre la paz de la absoluta quietud.»
A pesar de la desnudez aparentemente fría y cruel del presente, siento que anclarse en la realidad es mi única salida, siento que allí, paradójicamente, está todo.
Sigamos entrenando…
Aurélie Farina